Crisis y mercado de trabajo
Después de doce años de intenso crecimiento económico, a finales de 2007 se inicia en España un importante proceso de desaceleración de la actividad económica que pronto se convierte en un notable retroceso de la misma. Así, el PIB, que había aumentado en el período 1995-2007 a una tasa anual acumulativa de casi el 4% (el 3,7%), creció sólo el 0,9% en 2008 y descendió el 3,7% en 2009 y el 0,7% en el primer semestre de 2010. En concreto, la economía española ha mantenido una situación recesiva (dos trimestres consecutivos de variaciones intertrimestrales negativas del PIB) desde el tercer trimestre de 2008 (en el segundo disminuyó el 0,05% en tasa intertrimestral no anualizada) hasta el cuarto trimestre de 2009, ya que en los dos primeros trimestres de 2010 las variaciones intertrimestrales no anualizadas fueron ligeramente positivas, el 0,1% en el primero y el 0,2% en el segundo.
Esta situación recesiva de la economía española se refleja en el empleo con un deterioro todavía mayor. Si se considera el empleo equivalente a tiempo completo (que tiene en cuenta la jornada trabajada por las personas ocupadas) estimado por la Contabilidad Nacional Trimestral de España (CNTR), éste, que había crecido en 2007 el 2,8%, descendió el 0,5% en 2008, el 6,6% en 2009 y el 3,1% en el conjunto del primer semestre de 2010. Si se compara la situación española con la de otros países europeos en 2009, el año de mayor intensidad de la actual crisis económica, mientras que el retroceso del PIB (-3,7%) es sólo ligeramente superior al del conjunto de la UE (-3,4%) o, incluso, inferior al de la zona del euro (-4,1%), el descenso del empleo (-6,6%) es mucho más elevado (-1,9% tanto en el promedio de la UE como en el de la zona del euro), 3,5 veces más.
Esta diferencia es significativa de que el ajuste del empleo de las empresas españolas a las crisis es mucho más acusado que el de las empresas de otros países, que utilizan más intensamente otros mecanismos distintos, como los relacionados con la flexibilidad interna de las empresas, entre los que destacan la reducción de la jornada laboral, mecanismos de ajuste que, en cambio, en España tienen una importancia muy secundaria. La diferencia es especialmente notable con Alemania, que en 2009 con un descenso del PIB (-4,7%), un punto por encima del de España, el empleo se mantuvo prácticamente estable (-0,1%).
Comparando el PIB con el empleo equivalente a tiempo completo, se obtiene la productividad aparente por ocupado (PIB/L), que en España, como consecuencia de las fuertes fluctuaciones del empleo, y a diferencia de otros países, es claramente anticíclica, crece mucho más en las recesiones que en las expansiones. Así, mientras que en los años anteriores a la crisis económica el incremento de la productividad era inferior al 1% (0,4% en 2005 y 0,7% en 2006 y 2007), en los últimos años de recesión económica el incremento es muy superior (1,4% en 2008, 3,1% en 2009 y 2,5% en el primer semestre de 2010). Ésta es una cuestión crucial, pues el incremento de la productividad por ocupado equivale al umbral de crecimiento del empleo, es decir, el aumento del PIB necesario para crear empleo neto: con el actual avance de la productividad el PIB tendría que crecer en España en torno al 2,5% para que el empleo comenzara a aumentar, lo que, además, con la actual evolución creciente de la población activa, sería totalmente insuficiente para provocar descensos importantes y sostenidos del paro.
Si, en vez de la CNTR, se utiliza la Encuesta de Población Activa (EPA), la única estadística disponible que permite estimar todas las situaciones de las personas en edad de trabajar en relación con el mercado de trabajo (población activa e inactiva y ocupada y parada), el efecto de la crisis económica en esas variables en notorio. Si se considera el actual período de crisis económica como el que transcurre entre el cuarto trimestre de 2007 (el primero en que desciende el empleo) y el segundo trimestre de 2010 (el último con datos disponibles), el empleo desciende en más de dos millones de personas (-2.033.700), prácticamente el -10% (-9,9%). A ello se añade que la población activa crece en más de ochocientas mil personas (819.800), el 3,7%, por lo que el paro se incrementa en casi dos millones novecientas mil personas (2.853.600), el 159,2%, lo que provoca un avance de la tasa de paro desde el 8% del tercer trimestre de 2007 al 20,1% en el segundo de 2010. En medias anuales, el descenso del empleo es de 739.500 personas, el aumento de la población activa de 298.100 y el incremento del paro de 1.037.700.
Los datos del último período de crisis económica confirman la evolución muy fluctuante del empleo, al crecer muy intensamente en las fases de expansión y disminuir muy acusadamente en las de recesión, ya que, como se ha señalado, debido a la importancia de la contratación temporal y a la escasa incidencia de las medidas de flexibilidad interna, el ajuste de las empresas españolas es preferentemente vía empleo. En cualquier caso, en términos de media anual, el descenso del empleo de la actual fase recesiva (-739.500) es el mayor de todas las fases recesivas anteriores y muy superior en valor absoluto al incremento del empleo de cualquier fase expansiva, incluida la última, la que transcurre entre 1995 y 2007 (+628.300).
Pero es que, además, aunque el crecimiento de la población activa del último período recesivo de dos años y medio (298.100) es inferior en media anual al del periodo anterior (469.500), ese crecimiento es muy superior al de las dos fases recesivas anteriores, lo que puede deberse tanto a la importancia reciente de la inmigración como a la tendencia creciente de la mujer española desde inicios de la década de los ochenta del siglo pasado a participar en el mercado de trabajo, independientemente de la situación económica. En este sentido, en la situación actual, en vez del efecto desánimo que afectaba a la población activa femenina con anterioridad a la década de los ochenta del siglo pasado, parece que está teniendo una cierta importancia un efecto contrario, el de la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres antes inactivas para compensar la disminución de ingresos de otros miembros de la familia que han perdido el empleo.
Como consecuencia de la evolución del empleo y de la población activa, el paro, que también es muy fluctuante, crece en media anual desde el cuarto trimestre de 2007 (1.037.700) mucho más que en las otras fases recesivas y, además, ese crecimiento es, también, mucho mayor que el descenso de la anterior fase expansiva (-156.800). El crecimiento medio anual del paro del último período recesivo equivale a 6,6 veces el descenso medio anual del período expansivo previo.
Ahora bien, el descenso del empleo y el crecimiento del paro no es homogéneo a lo largo de la crisis, ya que ambas situaciones se acentúan al principio, llegándose al punto álgido del deterioro del mercado de trabajo en el primer trimestre 2009, en el que con variaciones intertrimestrales se produce una disminución del empleo de casi ochocientas mil personas y un incremento del paro de algo más de ochocientas mil personas. Posteriormente, a partir del segundo trimestre de 2009 se amortigua el empeoramiento en ambas variables, aunque en el segundo trimestre de 2010 se mantiene en tasa anual de variación el retroceso del empleo en el -2,5% y el aumento del paro en el 12,3%.